9 nov 2009

Historia de una rivalidad;




Llegó muy pronto la revancha que el pueblo auriazul, sediento de venganza, quería. Apenas tres años, un mes y dos días de perder la final decisiva de 1985 en Querétaro contra el América, los Pumas volvían a medirse contra su adversario capitalino predilecto.
Era una oportunidad de oro que los felinos no podían desperdiciar, solo que esta vez cerraban la serie de visita, justo en el estadio Azteca, por lo que en teoría, debían sacar una ventaja cómoda en casa para manejar el encuentro de vuelta.

Eso no ocurrió, aunque los del Pedregal se impusieron con lo justo el 30 de junio, gracias a una anotación de Luis Flores desde los 11 pasos.

Pero nuevamente tres días después, los cremas dieron vuelta al resultado y doblegaron con un contundente 4-1 (4-2 global) a su oponente. Farfán en dos ocasiones, Camacho y Santos de penal redondearon la goleada local, luego de que Flores había puesto el empate parcial a un tanto.

Fue un golpe de autoridad y un baño azulcrema, mientras del otro lado, un juvenil portero universitario (Adolfo Ríos) pedía en sus adentros que se lo tragara la tierra, luego de 'comerse' dos goles de las Águilas.

Los contrastes eran sobresalientes, Pumas pagaba caro no conseguir un marcador más holgado en su feudo y acumulaba una deuda con su propia fiel y ante todo el americanismo, mismo que gozaba con el séptimo título de liga de su equipo y una coronación gloriosa cuyo artífice era el brasileño Jorge Vieira.

Tena levantaba la copa ante un pletórico coloso de Santa Úrsula, mientras Héctor Sanabria, el guía universitario consolaba a sus nóveles jugadores, quienes prometían en silencio cobrarse con estirpe un doble fracaso ante el ya odiado rival.

FUENTE: record.com.mx

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